Alejandro Rivilla
Pintor • Co-fundador Espacio Dinamo
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Entre el 31 de julio y el 31 de agosto de 2021, la Fundación Villa de Pedraza ha acogido la exposición de tres artistas que desarrollan su línea de trabajo a través de diferentes disciplinas. Los estados, texturas y formas que otorga la naturaleza han servido de puente comunicativo entre las tres salas que ha abarcado la muestra. Un recorrido acertado por los espacios expositivos, con transiciones temáticas marcadas, pero con continuidad y comunión. El circuito, da igual si se accedía por la Calle Real o por la Calle Calzada, era lineal e intuitivo. Difícil perderse y muy fácil quedarse.
Lejos de los llamados cubos blancos – espacios expositivos contemporáneos completamente diáfanos, concebidos para que nada distraiga al espectador de la obra que contempla – las salas de la Fundación Villa de Pedraza ponen en un aprieto al artista, pues los materiales, las dimensiones y la espectacularidad de las estancias pueden quitar protagonismo a esas piezas que guardan en sus tripas. Podemos hablar de éxito, por lo menos parcial, cuando el creador o creadora acepta el reto, supera esta barrera de exigencia y su obra pertenece al espacio, pero también se pertenece. José, Paloma y Alejandro, con esta muestra, lo han conseguido.
La obra de José Álvaro aglutina diferentes materiales, principalmente el hierro, la madera y, a veces, la caliza. A partir de estos materiales nobles desarrolla dos líneas de trabajo diferenciadas: Escultura y mobiliario. Fue su padre, el herrero de Pedraza, quien le enseñó a jugar con el fuego y a dominarlo. En los últimos años, lo útil ha dado paso a la creación más libre, de donde han emanado piezas más complejas que José hace sencillas. En la recién finalizada muestra se pudieron ver esas dos ramas de su trabajo que, lejos de pisarse, se complementaban a la perfección. Su producción escultórica recuerda a composiciones de artistas como Chillida, Martín Chirino, Julio González o Pablo Gargallo.
También se pueden encontrar similitudes con movimientos como el objet trouvé o ready made nacidos del surrealismo pues, en muchas de sus piezas, José da una nueva vida a objetos y retales, dotándolos de un carácter artístico que antes de pasar por su taller no tenían.
Paloma G. Llorente, con formación académica en Bellas Artes, ha trabajado siempre con la imagen fotográfica como elemento importante en sus instalaciones. En esta ocasión nos propuso un recorrido fotográfico, “Interiores”, donde el paisaje era el objeto material a crear. Una poética del paisaje, huellas que nos hacen conscientes de haberlo habitado. Espacios habitables, no visitables, que diría Roland Barthes.
En sus fotografías se hace tangible el bagaje pictórico de la artista, pudiendo encontrar composiciones y estudios del espacio muy variados. Nos encontramos con una buena selección de obras, donde lo figurativo de sus paisajes y lo abstracto y matérico de sus ríos congelados se nutren mutuamente.
La propuesta de Alejandro F. Espejel partía, en esta ocasión, del cuenco como elemento central. Alejandro ha sido capaz de coger el testigo de su legado familiar alfarero y reinventarse, rompiendo la barrera que muchos se empeñan en poner entre lo artesanal y lo artístico. Buscando lo esencial y lo primitivo del material, así como la belleza de la imperfección – lo que la tradición japonesa bautizó como Wabi Sabi – en esta exposición ha optado por piezas de barro sin esmaltes ni colores añadidos, consiguiendo de este modo la sinergia con las paredes y los techos de la sala. Y es que no es sencillo afrontar un espacio expositivo como el Centro Santo Domingo.
El pasado 29 de agosto, en compañía de su torno, el artista realizó una muestra en directo de los primeros pasos de su proceso creativo y de cómo elabora los cuencos que después deforma y aglomera mediante diferentes recursos. Los visitantes, además, pudieron ver cómo se tornean las piezas más representativas de la alfarería.